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Casa B

Bogotá, Colombia

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Casa B

Representantes:
Boletín Periférico
Círculo de Mujeres Aisha
Sharon Figueroa

Somos un espacio y colectivo que construye mundos posibles, sueña, aprende, enseña y crea. Somos una propuesta innovadora de educación alternativa y desarrollo sostenible que nace a principios del 2012; experimentamos con artes y ciencias para promover los derechos de las niñas, niños y jóvenes de los barrios populares del centro-oriente de Bogotá. Esto lo hacemos a través del diseño de diferentes proyectos comunitarios para la recuperación de la memoria y la construcción de un futuro en comunidad.

Actualmente contamos con los siguientes procesos articulados entre sí: la escuela de patineta “Prodigio”, el círculo de mujeres “Aisha”, el periódico juvenil del barrio “Boletín Periférico”, el cine y la huerta comunitaria “Cinehuerta”, la biblioteca “Mediateca del Dragón” y nuestra escuelita de carpintería “Fábrica de Confianza”.

Círculo de Mujeres Aisha
Casa B
Entrevista con Liliana Gaviria.

En el mapa conceptual que hace parte de la exposición no sólo dice “Aquí vive gente” sino “Aquí vive gente que defiende”: ¿Qué hace su organización? ¿Cómo empezó? Y, ¿qué defienden?

LG: El Círculo de Mujeres nació en un grupo focal en el 2019, ahí vimos que dentro de Casa B no había un movimiento de mujeres. Entonces nos pareció interesante juntarnos. Al principio nos enfocamos en buscar estabilidad económica, pero nos dimos cuenta de que para llegar a eso teníamos que conocernos más y consolidarnos como mujeres. Entonces, empezamos a trabajar en tres líneas: el enaltecimiento del espíritu femenino, el trabajo en comunidad y la autosostenibilidad.

Nosotras defendemos nuestra autonomía. Tenemos muy claro que queremos instruirnos dentro del feminismo, pero teniendo en cuenta que nos acompañan hombres. Entonces estamos educándonos en ese sentido.

¿Qué significó para ustedes “Aquí vive gente”? ¿Por qué se vincularon y cómo se relaciona con sus intereses y trabajo?

LG: Conocer más gente, personas diversas. Nosotras estamos abiertas a todo y vimos que este espacio nos permitía hacer lo que nos gusta que es cocinar. Es muy gratificante para nosotras recibir un ingreso por lo que nos gusta hacer.

De una u otra manera, acá estuvieron las tres líneas de trabajo: trabajo en comunidad, cuando cocinamos para otras personas, autosostenibilidad por los talleres que nos dieron un ingreso y, definitivamente, nos enalteció el espíritu femenino venir acá a compartir con más mujeres. Conocer a doña Virgelina y a todas las mujeres que venían a coser.

Fueron unos espacios muy importantes. Todo lo que uno aprende le sirve para ponerlo en práctica y para no perder su eje de trabajo con la comunidad.

¿Ustedes creen que este tipo de procesos contribuyen a establecer lazos de solidaridad y afecto?

LG: Sí, sí, yo creo, porque conocimos gente. A veces uno viviendo en la misma localidad no se da cuenta de que existen estos procesos, y es enriquecedor ver que esas personas están.

¿Qué creen que transforman o qué hacen en el territorio y en las personas los proyectos comunitarios y de base como el que ustedes hacen, o lo que hizo “Aquí vive gente”?

LG: Generar confianza y solidaridad. Para uno que pertenece a una organización, las otras personas son importantes. Para mí ha sido muy importante esta época de pandemia porque es un momento de solidarizarse con las necesidades que vive la gente, como los vendedores informales que no tenían cómo conseguir su sustento. Entonces cuando empezamos a hacer las campañas de solidaridad, con mercados y recolectas, para mí fue clave contribuir de algún modo.

¿Qué crees que implica todo ese proceso en la realidad del país y de la ciudad?

LG: Yo creo que ser más empáticos. Eso le hace mucha falta a la gente. Ponerse en el lugar del otro. Y con esta pandemia, yo diría que ser resilientes: capaces de transformar todas estas adversidades en algo positivo.

Y, ¿qué crees que significó hacer esto, estar aquí todos juntos, en el contexto de la pandemia?

LG: Cuando llegó la jornada de solidaridad en Casa B fue importante porque me sacó del miedo que generó la pandemia. Y cuando llegamos acá fue muy gratificante compartir con otras personas, era muy bonito cuando estábamos todas acá, unas cocinando, otras cosiendo. Compartir entre personas que no nos conocíamos y que le estamos apuntando a lo mismo, a cambiarles, así sea a poquitas personas, no sé si el chip, pero que sientan que se pueden hacer cosas bonitas si nos juntamos. Eso es lo importante.

¿Tienes alguna reflexión final sobre el proceso?

LG: Es muy bonito que lo llamen a uno a estas experiencias. ¡Es que hay tanta diversidad de personas y saberes! Don Gerardo con los zapatos, don Jorge con las prendas militares, las mujeres cosiendo, Paola con los talleres, nosotras cocinando. Fueron muchos saberes en un solo lugar, de todos los colores, olores y sabores.

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EL CENTRO NO SE VENDE

Bogotá, Colombia

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El Comité En defensa del Centro – “El Centro No Se Vende se defiende”, está conformado por la
comunidad de los barrios: Centro Administrativo y Santa Bárbara. Surge en el año 2013 como
organización en respuesta al proyecto de renovación urbana ”Ministerios”.

Ese proyecto de renovación urbana ha generado procesos de exclusión, tensiones, expropiación de habitantes y comerciantes tradicionales del centro histórico de Bogotá; en respuesta a esto la comunidad se ha unido resistiendo en defensa del territorio.

El Comité En defensa del Centro

Representantes:
Gerardo Benavides
Ana Karina Moreno
Michael Tache

El Centro No Se Vende
Entrevista con Gerardo Benavides, Ana Karina Moreno y Michael Tache.

En el mapa conceptual que hace parte de la exposición no sólo dice “Aquí vive gente” sino “Aquí vive gente que defiende”: ¿Qué hace su organización? ¿Cómo empezó? Y, ¿qué defienden?

GB: Nosotros creamos el Comité en Defensa del Centro en el 2013, como reacción a una carta que llegó de la empresa Virgilio Barco, como empresa adscrita a la Presidencia de la República, en la que dicen que quieren desarrollar un proyecto que se llama “Ministerios”. Ese proyecto lo que pretende es hacer edificaciones de tipo estatal.

¿Qué defendemos? Defendemos el territorio del cual vamos a ser desplazados por esta acción que inicialmente entendíamos como un proceso de entidades de gobierno, pero que se ha convertido en un proyecto de especulación inmobiliaria. Lo que se va a construir no tiene en cuenta a las personas residentes porque no va haber sustitución de vivienda, y para los comerciantes e industriales tradicionales del sector los costos van a ser muy altos. Entonces se va a producir un fenómeno de gentrificación donde las personas van a
ser sacadas de su espacio.

Defendemos las viviendas y defendemos el trabajo.

AKM: Yo le sumaría el derecho a la ciudad. El derecho que tenemos todos los ciudadanos a pertenecer a ella, a habitarla.

MT: Defendemos el derecho a la ciudad y el derecho a habitar, trabajar y respirar el centro. Porque en últimas es una puja entre un centro desocupado y un centro ocupado.

¿Qué significó para ustedes “Aquí vive gente”? ¿Por qué se vincularon y cómo se relaciona con sus intereses y trabajo?

AKM: Este es un momento histórico, pandémico. Donde llevamos un año muy difícil, sin contacto y sobreviviendo.

Yo creo que esto significó una reactivación del Comité: vernos, reconocernos, estar en un lugar… También el contacto con las otras personas que estuvieron en el proyecto. Entonces para mí tiene una trascendencia en el marco histórico en el que estamos.

¿Por qué nos vinculamos? Esto lo hemos hablado, y es que los espacios culturales, los espacios del arte, han llevado a visibilizar las necesidades de la defensa del
Comité. Y estar ahí en el marco de “Aquí vive gente” es visibilizar una problemática. Es dejar en alto que hay una amenaza. Una amenaza que no es cualquier amenaza. Hay una herida abierta, una herida que se habita cotidianamente. Además de la pandemia hay otra amenaza que es cómo este proyecto de renovación urbana está respirando en la nuca de los habitantes del centro.

Para nosotros esto es un espacio político de visibilidad, de hacer conocer al otro que hay unas personas que están en un estado de amenaza, que se les están vulnerando sus derechos. Para nosotros es una posibilidad para poderlo hablar y ponerlo en la esfera pública.

MT: Esto nos dio aire para reactivar el proceso.

Nosotros siempre intentamos exponer este problema urbano, social y cultural en espacios y escenarios artísticos. Las instituciones lo tratan a uno dependiendo del momento, entonces políticamente no logramos que el Estado—en este caso el gobierno nacional—asuma un compromiso directo con nosotros. Por eso utilizamos cualquier ventana de oportunidad y cualquier puerta que se nos abre para explicarle al mundo que hay gente que pelea.

Creemos que esto nos permite construir, desde la diferencia, un proceso mucho más grande. Porque las organizaciones que estamos en “Aquí vive gente”, por más que somos organizaciones parecidas, somos organizaciones bien distintas. Sin embargo, tenemos problemas comunes y eso es lo que nos une y eso es lo que nosotros intentamos identificar en cada puerta que se nos abre.

¿Ustedes creen que este tipo de procesos contribuyen a establecer lazos de solidaridad y afecto? ¿Qué transforman o qué hacen en el territorio y en las personas los proyectos comunitarios o de base? ¿Qué significa eso en la realidad de este país y en el contexto de la pandemia?

GB: Cuando empieza este proceso en 2013 sucede más o menos lo mismo que pasa en los edificios, uno tiene una propiedad pero no se conoce con el de al lado. Y lo que nota uno es que en estos procesos empieza a existir el vínculo de comunidad y cuando eso va creciendo nos unimos en una causa común. Entonces, creo que así comienza El Centro No Se Vende y así mismo nos empezamos a integrar en “Aquí vive gente”, donde logramos estar en esa tierra fértil donde todos estamos buscando un desarrollo por esos derechos y en contra de los diferentes tipos de violencia que se producen en el país.

AKM: “Aquí vive gente” genera un espacio de encuentro. Ahorita cuando se habla de distancia física la gente la confunde con la distancia social, y eso es peligroso. Y creo que cuando se presenta el proyecto en este marco, en medio de esta amenaza de vida, este lugar del encuentro es un lugar de potencia. Donde me reconozco como un sujeto, como una ciudadana, que tengo afectaciones, y todo lo que se genera en ese espacio y en el encuentro. Indudablemente, está la solidaridad y la empatía, cuando se nombran las violencias uno dice “esto hace parte de una historia del país, nosotros nos vemos reflejados ahí”. Hay un lugar de aprendizaje, de intercambio, de reconocimiento.

Creo que ese lugar que está tan vetado del encuentro, es revolucionario. Y creo que por eso yo pensaría que el espacio físico, que ahorita es tan negado, se vuelve tan importante.

MT: Creo que lo que le agregan estos procesos a la gente es darse cuenta de que vale la pena luchar y de que nunca es tarde para luchar. Lo que me llamó mucho la atención de “Aquí vive gente” es que es lo mismo que pasa en “Ministerios”; es que es gente muy distinta luchando. Uno mira Casa B y están luchando. Uno mira a Virgelina y su combo, y están luchando. Lo que terminan enseñando estos procesos es que vale la pena luchar, que la unidad—en cuanto a los objetivos y a los principios—permite llegar a grandes cosas.

El impacto que se tiene sobre la transformación es algo que es muy silencioso, pero simbólico, como ese telar grande en el que aparecemos todos, que se hacía ahí en silencio, como el que no quiere la cosa. Pero ahí, a pesar de las diferencias, de lo que somos y de la forma en que cada uno entiende la realidad; expresamos los cambios y las unidades que se fueron creando.

¿Tienen alguna reflexión final?

AKM: Eso me hace pensar en resistencia. Es un ejercicio de resistencia en un país donde no se valora la vida, no se valora al otro, donde no hay un lugar genuino para existir. Aquí hay una cosa y es la sintonía para la vida misma y cómo el arte se vuelve una intención política de reflexión y de acción, de afectación, donde está la humanidad del otro. Y no cualquier humanidad.

Siempre que pienso en El Centro No Se Vende pienso en que su humanidad está amenazada. Llevan desde el 2013 con una amenaza latente. Entonces a mí me parece que aquí hay un ejercicio de resistencia, y también un ejemplo vital. En este país hay que resistir. Se puede hacer. Yo siento que El Centro No Se Vende, así llegue hasta hoy, es una experiencia totalmente exitosa. De una gente que ha logrado resistir, ha logrado gritar dignidad, equidad…

MT: Lo que pasa es que en Latinoamérica tenemos un pensamiento histórico en la región: que esto es patria o muerte. Que resistir significa muero por esto, no hay punto medio. Y puede ser que mañana tumben todo, pero así pasara, le pusimos la cara al gobierno nacional y le retrasamos su proyecto durante tres gobiernos. Y eso puede parecer mucho o poco, pero es como en la Estrategia del caracol, cuando al final Carlos Vives le dice a este man: “Y bueno, ¿todo eso pa’ qué?” ¿Cómo qué para qué? Pues para la dignidad que al fin y al cabo vale más, claro lo material importa, pero también en este mundo venimos con lo que somos, con lo que creemos que somos y nos vamos con eso mismo.

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UNIÓN DE COSTURERO

Bogotá, Colombia

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Unión de Costurero es un proceso en el que convergen distintos actores como instituciones educativas, instituciones públicas y privadas, grupos étnicos y poblacionales, y organizaciones defensoras de derechos humanos, entre otros; quienes, a través de los oficios de la memoria, abren la posibilidad de diálogos que buscan la recuperación de la memoria individual y
colectiva, la recuperación emocional y la defensa de los derechos humanos. Esto, a su vez, plantea una propuesta educativa y generadora de conocimiento en el desarrollo humano y
productivo de las familias que hacen parte del proceso, para ayudar a mejorar su calidad de vida.

Representantes:
Virgelina Chará
Paola Palacios

Unión de Costurero

Unión de Costurero
Entrevista con Virgelina Chará y Paola Palacios.

En el mapa conceptual que hace parte de la exposición no sólo dice “Aquí vive gente” sino “Aquí vive gente que defiende”: ¿Qué hace su organización? ¿Cómo empezó? Y, ¿qué defienden?

VC: Asomujer y Trabajo empezó en 1994 en Cali para defender los derechos de las vendedoras informales que, en su mayoría, éramos mujeres negras, vendedoras de chontaduro. Nosotras trabajábamos, prácticamente, para pagar el gota a gota; nos prestaban, íbamos y surtíamos y luego llegaba la policía y nos quitaba todo, y otra vez teníamos que pedir que nos prestaran para volver a surtir. Entonces nosotras conformamos una organización étnico territorial en defensa de los derechos del trabajo que, así fuera informal, era la única forma de trabajo que teníamos.

La defensa del trabajo autogestionado, por eso nace. Pero más allá de la defensa del trabajo, es la defensa de los derechos humanos. Asomujer y Trabajo defiende los derechos, defiende la vida y defiende el trabajo.

Y, ¿cómo nace Unión de Costurero?

VC: Unión de Costurero es un proceso que genera Asomujer y Trabajo en 2017 y se le da vida en 2018 con el arropamiento del memorial del Centro de Memoria. Nace como un proceso relacionado con la academia, un proceso que genera conocimiento. Es un proceso que, más allá de coser, se encuentra con una serie de realidades que son violadoras de derechos, como es el tema de las violencias académicas, que fue lo que más encontramos en ese momento. Ahí es cuando le damos cuerpo a Unión de Costurero decidimos que con las universidades y colegios tenemos que generar un proceso distinto de educación, formación e información. Es cuando empezamos a hablar de los oficios de la memoria desde otro contexto. Los “oficios de la memoria” nacen en 2015 y les damos el nombre de “OFICIOS de la memoria” para incluir gastronomía, sabores y saberes, expresión artística, y la escritura que llamamos “cartón-grafía”, en la que las personas cuentan sus relatos en cartón reciclado.

Nosotras hablamos de memoria desde la escritura.
Creemos que la pedagogía se debe convertir en algo distinto que va desde el empirismo de la sociedad hacia mejorar la educación.

Y, ¿qué defiende?

VC: Defiende todos los derechos fundamentales que se tienen consagrados en la Constitución. Porque la memoria es un derecho fundamental. La paz es un derecho fundamental. La vida es un derecho fundamental. Y la protección del territorio. Todo eso defendemos a través del arte, de la costura.

¿Qué significó para ustedes “Aquí vive gente”? ¿Por qué se vincularon y cómo se relaciona con sus intereses y trabajo?

PP: Un espacio para unirnos con otros colectivos, un espacio de aprendizaje de los procesos, de mostrar lo que estamos haciendo para compartir ese conocimiento y también tener el conocimiento de las otras organizaciones. Personalmente, “Aquí vive gente” me inspira a seguir trabajando con la comunidad. A pensar en las personas ya no sólo desde los colectivos sino en cada casa. ¿Qué está pasando en cada casa? Eso es importante. Eso lo venimos trabajando con Unión de Costurero, levantando cartografía familiar y cartografía social.

Espacio Odeón se volvió como la casa de nosotros esos días. Entonces se trataba de pensar qué está pasando con cada persona que vive en esta casa que, en ese momento, eran las cuatro organizaciones.

¿Ustedes creen que este tipo de procesos contribuyen a establecer lazos de solidaridad y afecto?

PP: Yo creo que sí se construyen lazos de solidaridad y afecto con las personas que están en la misma sintonía. Hay otras personas que aún están en una defensa ofensiva, chocando con el otro. Pero esta es una defensa con brazos abiertos. Se crean lazos de solidaridad porque cuando yo reconozco al otro como ser humano entiendo qué es lo que está sintiendo, viviendo, pensando, actuando. Por qué actúa de esa manera, y entonces ahí hay un entendimiento que difícilmente se rompe después. Ya cuando yo logro esa conexión, ese es un lazo que ya no se rompe.

También pienso que es importante seguir haciendo estos encuentros, seguir trabajando desde el punto de vista social, de unidad, porque si no nos unimos y seguimos trabajando solos, “una sola gaviota no llama agua”, como dice el dicho. Entonces es importante seguir trabajando en crear una conciencia colectiva para saber qué es lo que está pasando en torno al territorio, los derechos humanos y las personas, es ahí donde resultan encuentros valiosos como “Aquí vive gente”.

Yo creo que nosotros lo primero que intentamos crear en estos espacios es conciencia de lo que vivimos, de qué es lo que está pasando. No solo lejos sino también en mi barrio, en mi casa. Una conciencia que es primero individual y familiar, para dejar de señalar a los otros y empezar a mirar hacia dentro. Y una vez con esa conciencia ya creada, pensar cómo puedo yo aportar para que haya una transformación: ¿cómo me convierto en un agente transformador de mi entorno? Creo que esa es una de las cosas principales que logramos en estos espacios.

VC: Nosotras también pensamos cómo podemos generar un ambiente distinto, un ambiente familiar, un ambiente de confianza.
Y con los talleres de pedagogía de la memoria buscamos que las personas se den cuenta de que el conflicto no es solamente la guerrilla y los paramilitares, que el conflicto lo tienen dentro de su casa porque no tienen comida, no tienen empleo, no tienen con qué pagar arriendo o no tienen con qué pagar los servicios.

Entonces, la apuesta que se tiene es que la gente piense: “yo no había visto que los golpes que se dan en la casa son violencia”, “yo no había visto que los piropos groseros que me dicen en la calle son violencia”, “yo no había visto que cuando el jefe me dice que me tengo que acostar con él para mantener el empleo es violencia”, “que cuando los compañeros en la universidad, o en el colegio, me tocan el pelo y me dicen el pelito churro o la del pelo crespo y no me llaman por mi nombre, ahí hay violencia”. Entonces nosotras mostramos todas esas otras violencias sociales que nos afectan más que la misma violencia política y militar. Yo creo que la gente que estuvo en esos ejercicios ya no piensa que aquí los responsables son sólo los paramilitares y los guerrilleros.

Tenemos otras violencias y vienen de que lo que dice la Constitución de Colombia a nosotros no se nos garantiza.

¿Qué creen que significa haber hecho lo que hicimos en la realidad de este país y además en el contexto de la pandemia?

VC: Haber hecho lo que hicimos fue romper todos los estereotipos y paradigmas. Porque a nosotros nos tienen encerrados porque si nos juntamos nos morimos. Ya nos dimos cuenta de que no nos morimos porque nos juntamos. Que sólo por el hecho de estar juntas no nos vamos a infectar.

¿Qué otra cosa rompimos? Que esto le generó a la gente levantamiento de su autoestima. Porque la gente está muy desmoralizada y con muchos miedos.

Acá logramos sacar esos miedos porque los logramos sacar de sus casas.

PP: Una de las cosas para resaltar es cómo se vuelve a fortalecer el autoestima y el valor propio de las personas que hacen parte de los procesos. Porque se nos acercan personas con muchos vacíos emocionales y espirituales. A veces uno piensa que es sólo la población vulnerada la que necesita estos procesos, y no, todos necesitamos procesos como estos. Así no me reconozca como población vulnerada yo también he sido vulnerada por diferentes violencias y por la falta de interés en el otro.

Y, ¿qué significa en la realidad de este país?

VC: Esto significa un cambio para las personas que lo vivieron. No para el país. Porque el país se lo dividen los partidos políticos, acá se trata de lo que tú puedes hacer por cada persona. Yo me siento satisfecha por lo que hicimos aquí por las personas que vinieron. Eso nos interesa a nosotras, que se generó conciencia en ellas y se sintieron bien, aceptadas en el espacio. Eso es lo que nos gusta, que la gente se sienta en familia.

PP: Si una persona crea conciencia, si logra cambiar su entorno, si logra entender qué es lo que estamos haciendo y cuál es esta participación que podemos tener como individuos y el impacto que podemos tener en la sociedad, ahí estamos aportando a una construcción de país diferente.

Si nosotros resignificamos el lenguaje, si cambiamos las formas de referirnos los unos a los otros, estamos cambiando nuestro entorno y, como consecuencia, va a cambiar nuestro país. Nuestro discurso no es “queremos cambiar este país”, no, empecemos a cambiar, que ya se verá el cambio que estamos haciendo, ya se verá el impacto de eso. Llega como consecuencia.

¿Tienen alguna reflexión final?

VC: Si ustedes nos aceptan, seguimos aquí…(risas).

PP: Espacio Odeón se transformó también. Creamos una conciencia individual y Espacio Odeón creó una conciencia colectiva y social. Debemos seguir aportándole y apostándole a los procesos sociales. Esa es la reflexión, que todos y todas somos seres sociales, seres humanos, y podemos en unidad seguir construyendo.

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Brigada puerta de tierra

San Juan, Puerto Rico

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Representantes:
Gerardo Benavides
Ana Karina Moreno
Michael Tache

En 2015, los vecinos de Puerta de Tierra y Viejo San Juan se unen en protesta contra el polémico proyecto Paseo de Puerta de Tierra por la falta de inclusión ciudadana en el proceso de diseño y planificación, y por los daños ambientales y culturales provocados en la costa norte de San Juan. Durante el verano de 2015, junto a los niños y jóvenes del barrio, el grupo realizó murales informativos y organizó actividades en respuesta al proyecto urbano.

Ahora conocido como Brigada Puerta de Tierra (BDPT), el grupo centra sus actividades en el cuidado del barrio y la reactivación de áreas abandonadas, con el propósito de conservar la historia del barrio y su gente. Unidos bajo la consigna de “aquí vive gente”, BDPT se organiza de manera horizontal y colectiva y opera a través de cuatro conceptos claves: autogestión, concientización, planificación estratégica y toma de decisiones colectivas.

La exposición del Museo realizada en Nueva York, el Museo mismo y el trabajo de BPDT sirvieron de inspiración y punto de partida para el proyecto “Aquí vive gente – Bogotá”.
Textos tomados y adaptados de los presentados por Storefront for Art and Architecture de Nueva York para la exposición “Aquí vive gente: Museo de Historia y Comunidad de Puerta de Tierra”.

Entrevista con Jesús “Bubu” Negrón.

En el mapa conceptual que hace parte de la exposición no sólo dice “Aquí vive gente” sino “Aquí vive gente que defiende”: ¿Qué hace su organización? ¿Cómo empezó? Y, ¿qué defiende?

BN: Brigada Puerta de Tierra comenzó en el 2015 con el propósito de defender el barrio de Puerta de Tierra y su gente ante los procesos de gentrificación por los que está siendo amenazada actualmente. Usando las metodologías del arte y sus recursos como herramienta de empoderamiento y de lucha social, buscamos crear nuevos líderes que utilicen estas formas de comunicación para llevar el mensaje que es el tema de nuestra campaña Aquí Vive Gente.

¿Qué significó para ustedes “Aquí vive gente-Bogotá”? ¿Por qué se vincularon y cómo se relaciona con sus intereses y trabajo?

BN: Haber participado en “Aquí vive gente – Bogotá” ha sido muy importante debido a que suma a los esfuerzos de lucha el poder contar con una alianza internacional de solidaridad. Además de ver y aprender nuevas estrategias que otras organizaciones utilizan para continuar los reclamos, reclamos que además son similares en toda la región. La oportunidad ha logrado volver a motivar a nuestra gente de Puerta de Tierra ya que ven cómo se ha expandido el mensaje y que no están solos, por el contrario, somos más.

¿Ustedes creen que este tipo de procesos-como el que hace BDPT y “Aquí vive gente-Bogotá”- contribuyen a establecer lazos de solidaridad y afecto?

BN: Es vital que proyectos como “Aquí vive gente – Bogotá” se realicen ya que es prueba de que las instituciones del arte y espacios como los museos, pueden convertirse en sede y voz de las organizaciones comunitarias y sus luchas. Esta muestra de solidaridad es clave para avanzar y son una herramienta muy importante debido a los recursos que las instituciones pueden ofrecer a las organizaciones más pequeñas. Los procesos y tiempos entre las instituciones y las comunidades van a ritmos muy diferentes, es por eso que es muy importante mantener activos estos proyectos a largo plazo para que puedan ser efectivos.

¿Qué creen que transforma o qué hacen en el territorio y en las personas los proyectos comunitarios y de base como el que ustedes hacen o lo que hizo “Aquí vive gente-Bogotá”?

BN: Crear encuentros como este fomenta la comunicación entre organizaciones y lazos solidarios para poder ejecutar nuevas acciones en colectivo. El poder contar con más apoyo hace más fuerte el propósito de la lucha. Estos proyectos hacen que tanto líderes como voluntarios de la comunidad se sientan más motivados y asesorados debido al constante flujo de ideas y de sugerencias que provocan estos encuentros. “Aquí Vive Gente – Bogotá” ha logrado posicionarnos como una organización con lazos internacionales, esto ha sido fundamental a la hora de enfrentarnos a instituciones gubernamentales, por ejemplo.

¿Qué creen que implica todo ese proceso en la realidad del contexto colombiano y el puertorriqueño, así como en este momento del mundo?

BN: Para nosotros el poder compartir nuestras experiencias con las organizaciones colombianas, ha sido revelador porque nos hace ver que el problema y por lo que estamos siendo afectados, en este caso la gentrificación y el despojo, es el mismo tanto en Puerto Rico como en Colombia. Comprender eso ha sido lo más importante ya que nuestra condición de isla nos mantiene aislados de esa información. Entender que es una problemática general, nos hace ver la oportunidad de crear una unión de lucha internacional para combatir un problema globalizado. Aprender a ver el problema a esos niveles creo que ha sido una contribución de “Aquí vive gente – Bogotá”

¿Qué significó hacer esto, estar aquí todos juntos, en el contexto de la pandemia?

BN: La pandemia ha sido una prueba que nos ha exigido dar el máximo como organización para no desaparecer. Haber participado en una actividad durante la pandemia y haber logrado hacerla a pesar de las restricciones, ha sido un gran logro y una muestra de consistencia para poder continuar. Para mí fue un honor poder participar y ver cómo, a pesar del fenómeno de la pandemia, hay ánimo de seguir adelante y que tenemos el apoyo de las instituciones para lograrlo. Tenemos una lucha en común y podemos lograr unirnos y ser más fuertes.

Brigada puerta de tierra

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Espacio odeón

Bogotá, Colombia

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Espacio odeón

Representantes:
Marcela Calderón
Tatiana Rais
Alejandra Sarria
Mariela Silva

Somos una fundación sin ánimo de lucro, enfocada en la promoción de procesos experimentales e interdisciplinares en las prácticas artísticas. Desde el 2011, hemos trabajado con artistas nacionales e internacionales de distintas disciplinas en la co-producción de proyectos inéditos que responden de forma crítica al contexto. A través de una programación diversa que incluye exposiciones, proyectos curatoriales, laboratorios, grupos de estudio, performance, y fiestas, entre otros. Buscamos generar un espacio para la participación, el diálogo y el pensamiento crítico en torno a las prácticas artísticas y otros temas urgentes de la contemporaneidad.

En Espacio Odeón entendemos la cultura y los procesos artísticos como herramientas para la transformación social, y para la construcción del tejido social. Creemos firmemente que los espacios artísticos deben ser plataformas que permitan la libre expresión y la circulación de proyectos que mantienen una postura crítica frente a las formas de represión y exclusión. A través de las prácticas artísticas buscamos denunciar y desafiar discursos violentos y opresivos, y a su vez generar un espacio donde juntos podamos confrontar, debatir y reimaginar nuestra realidad.

Espacio odeón

Aquí vive gente* que defiende

“Aquí vive gente – Bogotá” presentó el trabajo de estas cuatro organizaciones, pero también conformó un espacio colectivo construido entre todas: “Aquí vive gente, museo comunitario y colectivo”. A lo largo de 12 semanas de trabajo y encuentro las organizaciones creamos juntas un programa que transformó por completo el Espacio Odeón. El edificio se convirtió por ese tiempo en mucho más que un espacio expositivo, un espacio transitorio, para volverse un lugar para estar y, sobre todo, para estar juntos. Durante estas semanas, el Espacio estuvo siempre habitado por personas que intercambiamos historias, que nos encontramos para conocernos mejor, para coser juntas, cocinar juntas y comer juntas; para aprender sobre las experiencias y luchas de cada organización y cada participante; y para entender que no estamos solos y que es posible acompañarnos y apoyarnos en estos procesos.

El Espacio fue cocina, costurero, museo de oficios, pista de baile, auditorio, residencia y salón de clases. Los pisos que muchas veces están llenos de obras pero vacíos de personas, estuvieron siempre habitados. El edificio en silencio se llenó de ruido. Perdimos el miedo de estar juntos al que nos ha llevado la pandemia, reconocimos la importancia de los cuerpos que se encuentran para compartir experiencias, y la fuerza de resistencia que esos encuentros configura.

A través de talleres, almuerzos comunitarios, recorridos, clases de cocina, costureros de memoria, diálogos de saberes y residencias, el Museo se propuso hablar sobre el territorio, la memoria, la pedagogía y la sostenibilidad. En este proceso de trabajo en colectivo logramos crear nuevos lazos de solidaridad y afecto, nuevos conocimientos sobre nosotros mismos y el territorio, y un espacio de resistencia y movilización que desarrolló procesos de reclamo, re-apropiación de ese territorio y afianzamiento de lazos comunitarios.

Para Espacio Odeón y todo su equipo este proyecto fue transformador, no solamente del espacio físico sino de cada una de nosotras y de la forma en la que entendemos nuestro programa. Siempre habíamos sentido que nos hacía falta generar procesos que nos conectaran más profundamente con la comunidad y con el lugar que el edificio y el proyecto habitan en la ciudad, “Aquí vive gente” nos permitió hacerlo. A través de nuestro programa llevamos un tiempo preguntándonos por la imaginación de otros mundos, por una vida que pueda ser otra, por la resistencia y por la potencia del afecto. Este proyecto, y tener el honor de conocer a estas personas, nos permitió reconocer y reafirmar la importancia de esas preguntas y, sobre todo, de la necesidad permanente de seguir generando espacios para acompañarnos y afectarnos unos a otros en nuestras experiencias y luchas.

Agradecemos profundamente a las organizaciones que aceptaron esta invitación y que con su generosidad nos enseñaron tanto sobre la dignidad y sobre defender la vida.

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